La mediana edad.
"Carl Jung, padre de la psicología profunda, dijo en
una conferencia en 1930 (titulada "El punto de inflexión de la
vida"), que "el ser humano no cumpliría ni los setenta ni los ochenta
años si esa longevidad no tuviera un sentido para la especie. Por eso el
atardecer de su vida ha de poseer también un sentido y un objetivo propios y no
puede ser un simple apéndice de la mañana". Entre el amanecer (infancia) y
el atardecer (vejez) se halla la mediana edad, a la que Jung llamaba el
mediodía de la vida.
Como en un día tipo, antes del mediodía nos esperan tareas
obligatorias, perentorias, a menudo burocráticas y no elegidas y respondemos a
más expectativas ajenas que propias. Pasamos buena parte de la primera mitad
del día (de la vida) durmiendo (o con nuestra conciencia a media asta).
Definimos nuestra identidad, elegimos carreras o profesiones, construimos una
familia, vínculos; empezamos a tomar conciencia de nosotros, del mundo y de
nosotros en el mundo.
En la segunda mitad del día (o vida) nos aguardan aún
deberes y tareas obligatorias, pero empiezan a imponerse las elecciones; somos
conscientes de nuestras necesidades; podemos despertar incluso vocaciones
acalladas. No es hora de dormir; por lo tanto, disponemos de más tiempo real y
somos, como nunca, responsables de lo que hacemos con él. Si en la mañana
(juventud) se nos imponían urgencias y mandatos externos o de otros, ahora no
podemos culpar a nadie de los caminos que recorremos."